Tal vez han escuchado ustedes la frase "los sonidos del silencio". ¿Cómo es eso? Pues sí, el silencio tiene maravillosos sonidos. Y yo tuve una hermosa experiencia que voy a compartirles.
Un fin de semana, fuimos de retiro un grupo de mi Iglesia, a un precioso lugar fuera de la ciudad. Entre pinares y rodeados de plantas se ubican las instalaciones del Centro de Retiros: oficinas, comedor, capillas, módulos y cabañas para el hospedaje de las personas. Es un lugar rodeado de montañas, y disfrutamos de la fresca brisa, el límpido cielo azul, las flores y una atmósfera de silencio propicio para la oración y meditación.
La primera noche, a la hora de dormir todo era quietud. Sólo se escuchaba el canto de los grillos, el chasquido de las hojas movidas por un ligero viento y, a lo lejos, el suave murmullo de un arroyo.
Sentí la presencia de Dios. Dios habla en el silencio, y aproveché ese silencio para entrar en mi ser interior y meditar... ¿Cómo está mi alma? ¿Qué pasa en mi corazón y en mi mente? Muchas preguntas y muchas respuestas antes de rendirme al sueño.
Al día siguiente me desperté como a las 4:00 a.m. Pensé que podía hacer algo que iempre había deseado, y en la ciudad es imposible: ¡ver el amanecer! Tomé un baño, me vestí, y como a las 4:45 a.m. salí de mi cabaña y me dirigí hacia un lugar especial, con vista hacia el Oriente. Todo estaba todavía oscuro y en calma, no podía ver el paisaje frente a mi. Me senté sobre una roca y esperé A los pocos minutos, un leve rayo de sol iluminó el firmamento. Ya podía ver parte del paisaje cubierto por la neblina matutina. Algunos sonidos como el ladrido de algunos perros, el mugir de la vaca y el canto de algún gallo rompieron el silencio. Poco a poco, más rayos de sol fueron iluminando el hermoso paisaje.
Me puse de pie, cerré mis ojos y traté de escuchar cada sonido. Sentí la fresca brisa acariciando mi cara, y un suave viento me traía la fragancia de los pinos, y comencé a alabar a Dios en voz alta. En unos minutos volví a callarme y de repente escuché el más bello concierto que nunca en mi vida había escuchado: ¡cientos de pájaros cantores saludaban el nuevo día alabando también a su Creador!
¡Los sonidos de la Naturaleza! ¡Maravilloso! Yo no quería abrir los ojos ni moverme, para que tan bello sueño no terminara. Me quedé allí unos minutos más, hasta que la campana de la capilla sonó llamando para la primera oración de la mañana.
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